Domingo, 13 de septiembre: Hoy será.

Hay días en que basta con creer…

No estemos serios aquí no pasa nada
Hoy es el día, no puede haber más ganas
Esta llegando te dije que esperaras
La vida está llamando, quien dijo que mañana
Hoy será, sabes hoy será
Se trata de lo nuestro, se trata de empezar
Y hoy Será, sabes que hoy será
La suerte esta cambiando, hoy vamos a ganar
Siente que el mundo esta a tus pies
Siente que hoy todo puede ser
Hoy será, sabes que hoy será
Las penas son de ayer
Sabes que hoy todo puede ser
No queda tiempo, sujeta bien las alas
Hoy despegamos, lo de ayer no pesan nada
Tus manos son las venas, tus pies serán dos balas
Estamos ready, que mando no manda nada
Hoy será, sabes hoy será
Se trata de lo nuestro, se trata de empezar
Y Hoy Será, sabes que Hoy Será
La suerte esta cambiando, volvamos a empezar
Siente que el mundo esta a tus pies
Siente que hoy todo puede ser
Hoy Será, sabes que Hoy Será
Las penas son de ayer
Sabes que hoy todo puede ser
Siente que el mundo esta a tus pies
Siente que hoy todo puede ser
Hoy Será, sabes que Hoy Será
Las penas son de ayer
Sabes que hoy todo puede ser.

Hoy me he levantado con ganas de CREER, sí así, en mayúsculas. Y cuando empiezas a creer pasan cosas maravillosas. Como que te quedes sin palabras para empezar una entrada, no porque las palabras no sean lo tuyo (que no es el caso) sino porque entre tanta palabrería como hay en tu mente ninguna es, de lejos, ni la mitad de buena que la letra de la canción que has elegido para hoy. Así que, ¿por qué no?… Mejor dejar que sea Antonio Orozco el que el abra la entrada, no sólo con su música sino también con la letra de su canción. Una de las canciones talismán más potentes que se pueden escribir. Ante eso yo no puedo competir… Hoy será…

Hoy será el día, lo presiento… Tras casi una semana de días raros sucediéndose uno tras otro, hoy siento que será uno de esos días luminosos, felices… Quizás porque ayer noche, recuperé uno de los libros que más me marcaron de niña. Buscaba un libro «feel good», uno de esos libros que te hacen sentir bien, para contrarrestar los efectos de la última novela leída. Pero me reencontré con Paulina de Ana María Matute, y no pude (ni quise) resistirme a volver a leerla.

Porque la literatura, como la misma vida, te deja marcas. Hay novelas tan oscuras que de alguna manera te dejan parte de esa oscuridad. También hay novelas luminosas que te devuelven la fe en el género humano y en ti misma. Pero también hay novelas que cuando las lees te marcan de una manera muy, muy especial. Libros que son como llegar al calor del hogar en un día gélido. Libros que son como los buenos amigos, pocos y fieles. Libros que, sólo con saber que están ahí ya te hacen sentir mejor. Libros que son como una infancia feliz, por eso es mejor no volver a leerlos, como es mejor no regresar a los lugares donde has sido feliz…

Paulina es uno de esos libros. Lo leí de niña, fue una de las lecturas obligatorias del colegio. Esas lecturas que generalmente no me gustaban… Mira que he sido lectora voraz toda mi vida, incluso antes de saber leer. Tengo una divertida anécdota de mi primer día en el parvulario. Tenía cinco años y empecé el curso unos días más tarde que las demás niñas porque había estado enferma. Recuerdo que ese verano mi madre me había estado mentalizando, me había estado diciendo que iría al cole como mi hermano mayor y que aprendería a leer y escribir como él. Y yo debí interiorizarlo muy bien, porque incluso me enamoré de un libro antes de poder leerlo. Y mi madre tuvo que comprármelo… Era una versión infantil e ilustrada de las fábulas de Samaniego. Mi primer libro «feel good». Bueno, pues el primer día de clase en el parvulario, yo iba toda concienciada de que iba a aprender muchas cosas interesantes, pero cuando llevaba como una hora sentada en el suelo, en circulo junto a otras niñas, jugando, me levanté y me fui para la señorita para decirle, muy digna yo, que mi madre me había dicho que al cole se iba a aprender, que para jugar me habría quedado en casa con mi hermano pequeño. Se lo solté todo de una tirada y gesto enfurruñado, y ella se rió y me sentó en un pupitre, y en una hoja me hizo escribir círculos y palotes. Ni que decir tiene que cuando llegué a casa a mediodía le dije a mi madre que ¡¡¡ya sabía escribir!!!

Pues eso, que Paulina me marcó mucho, aunque empecé a leerla con un poco de aprensión al principio. Pero esa sensación me duró el primer párrafo. Al final del primer capítulo estaba completamente rendida a ella. Terminé el libro en un suspiro… Y eso que mi madre era muy estricta a la hora de dormir, cada noche tenía que obligarme a dejar el libro y apagar la luz a las diez en punto.

Pues todo eso vino de nuevo a mí anoche cuando abrí de nuevo Paulina. Volví a ser la niña que fui, hasta tal punto que incluso cerré el libro (es un decir, porque es un kindle) y apagué la luz a las diez en punto… Ahí volví de mi viaje por el tiempo y me dije que no es cierto eso de no volver a los lugares que has sido feliz. Al contrario, cuando estás perdido y no encuentras la salida, lo mejor es volver allá donde fuiste feliz…

Para haber empezado la entrada sin palabras, he acabado encontrándolas a toneladas… No es mérito mío, ha sido el maestro Antonio Orozco…

Domingo de creer…

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